
Siete días en Heliópolis de Yaraví Roig - Parte 2
- 26/02/2014 20:00
- Categoría: Noticias
- Localização: Piriápolis
(Carlos a Irina) –Sabemos que hace más de un siglo que esto (la energía eólica) se utiliza en otros países, pero nosotros la tenemos desde que se inició la reconstrucción del pueblo y ha dado muchos buenos resultados.
El atardecer encuentra a Irina caminando por la playa sumida en sus reflexiones, el pueblo aséptico parece languidecer con los últimos rayos del sol, tres sombríos islotes semejantes a cerros que una vez fueran parte del continente y ahora emergen del mar custodian como centinelas pétreos el cercano límite de la costa. El último islote, el que se encuentra más adentrado en el mar tuvo en una época hace ya muchos años un templete a San Antonio, que fuera colocado allí, por voluntad del alquimista que creara hace doscientos años la ciudad, se lo había contado una mucama del hotel donde se hospedaba, haciéndole jurar que no revelaría el secreto ni mucho menos el nombre de la infidente.
El templete a San Antonio había sido destruido por la fuerza de los temporales y por las mareas que muchas veces sepultaban al islote, que ahora lucía en su cúspide la intermitente luz de un faro avizor. El segundo islote, llamado la isla del Toro, estaba cubierto de espesa vegetación nativa alrededor de una altiva y majestuosa cima que había sido un antiguo cráter volcánico, el tercer islote se veía enorme, de cima redondeada, imponente, el más cercano a la costa, un cerro de roca granítica gris que albergaba cavernas otrora cubiles de tigres y pumas, pero que ahora era lugar de nidos de gaviotas y aves marinas. La mucama le había contado, que esta isla a la que llamaban Pan de Azúcar había estado coronada por una monumental cruz, cuyos restos aún estaban ocultos entre la espesa vegetación.
-La belleza de la puesta del sol, en el horizonte marino, precisamente entre la Isla de San Antonio y la Isla de Pan de Azúcar es un verdadero espectáculo de la naturaleza que llega a emocionarme hasta las lágrimas.
-Es un triángulo mágico, me había dicho Carlos, por eso las islas no se pueden visitar por los turistas, está prohibido hacerlo, lo mismo que los deportes náuticos y el submarinismo, es necesario cuidar el encanto, preservar la magia del lugar, la vegetación nativa, los tesoros pétreos que hay en cada uno de ellas, la combinación de fauna serrana y marina que destacan a este pueblo de todos los demás.
_ ¿Mágico?-le dije con cierta intriga y dejo burlón. Estamos a finales del siglo XXI , en una ciudad donde todo está cronometrado y calculado hasta el más mínimo detalle y tu hablas de magia con tanta soltura, me imagino que será en sentido figurado.
-Ni tanto, me responde con un esbozo de picardía en la sonrisa y en la mirada. La magia es la misma en el siglo XII , que en el siglo XXI.
Una isla es un centro de conciencia, el mar que la rodea es un equivalente de lo inconsciente, lleno de remotos peligros, hecho de abismos y sueños enterrados en sus profundidades y en medio de esa extensión, madre de toda vida y muerte aparece la isla. Es la conciencia asomando de entre la inmensidad de lo inconciente
-Es casi una metáfora de la Individualidad humana.
-Lo es, toda isla se convierte en un verdadero símbolo iniciático, todo el que llega a sus costas se ha “iniciado” en cierto modo, al superar los peligros inherente al viaje. Por eso llegar a una isla supone algo mágico.
Ahora vamos, me dice llevándome cortésmente del brazo, reunámonos con el grupo, es muy desatento que nos apartemos de ellos. Es extraña esta sensación que experimento las veces que he visto a Carlos, casi se podría decir que lo conozco desde hace tiempo antes. Irina
Dia 3
Esta mañana me levanté muy temprano, tengo la impresión de que tengo un millón de cosas para descubrir de esta ciudad y no me alcanzarán los siete días que dispongo para estar en ella. Pensé en dedicar la mañana a una sesión de masajes terapéuticos y media hora en la piscina de 42º, pero finalmente decidí solamente por esto último. Me urgía un paseo por la playa e intentar conversar con los ancianos en la plaza de pueblo o tal vez con los niños que con tanta calma juegan en los parques. Sigue impresionándome la uniformidad e imperturbabilidad de las personas del lugar, parecen autómatas, pero son amables y sumamente eficientes en todo lo que hacen, hasta los niños, presentan las mismas conductas, los mismos juegos y hasta el mismo lenguaje poco expresivo,
¿Por qué fue necesario reconstruir el pueblo? ¿Dónde se encontraba antes? Sin duda esas islas fueron en una época lejana cerros sobre tierra firme ¿Cuándo y porque el mar ascendió tanto como para cubrir los cerros que ahora son islotes?
Y entre los cerros ¿que había? ¿Tal vez el pueblo antiguo construido por el alquimista?
Por más que pregunté nadie me dijo una palabra
A la tarde me atreví a acércame al islote de Pan de Azúcar, el más cercano a la costa y en un lugar solitario y apartado de la playa decidí nadar hasta allí, no serían mas de dos kilómetros de distancia. Con dificultad llegué a las rocas de la orilla en no más de veinte minutos y escalándolas con cuidado fui ascendiendo entre las malezas y una tupida vegetación, ahora no tengo duda de que esta isla fue una montaña en tierra firme alguna vez. Parecía que nade hubiera pisado ese lugar en muchos años, encontré ruinas de viejas construcciones y tal como me dijo la mucama lo restos de una enorme cruz de cemento, partida en muchos pedazos, pero con su forma perfectamente reconocible, entiendo lo que me dijo Carlos, que era necesario preservar esos lugares naturales apartados de los turistas la sensación de estar en ese sitio es formidable, pero no dejo de pensar que recién encuentro una pequeña punta de un misterio mucho mayor. Tanto fue mi entusiasmo por investigar que no me di cuenta que ya había oscurecido, y no me daba el tiempo para descender y nadar hasta la costa., no tenía más opción que pasar la noche allí. Como pude busqué un hueco más o menos seguro entre los matorrales y allí tuve que permanecer hasta que amaneciera, sabía que estaba expuesta a los animales y tal vez a víboras venenosas, muy frecuentes en las sierras. Pero confieso que esa vieja sensación de miedo lejos de amedrentarme me dio más deseos de continuar mi búsqueda. Estoy acostumbrada a esto, en mi profesión de arqueólogo, estamos habituados a pasar por estas cosas.
No soy extranjera aunque lo parezco, nací aquí, hija de padres checos que resolvieron regresar a su patria cuando yo era una adolescente; para no perderme el idioma estudié en España mi carrera universitaria. Recién ahora me doy cuenta de lo poco que sé del país donde nací. La soledad y calidez de mi refugio cavernícola, me hace recordar mi vida de los últimos años, esa memoria que no hacemos llevados por la vorágine del día a día.
Me doy cuenta que es muy poco lo que recuerdo de mi infancia, nunca había visitado este Balneario siendo niña. Ahora veo a Carlos, claramente, lo veo en la biblioteca de la Universidad, en las salas de clase, en los trabajos de campo. ¡Claro con razón su cara me resultaba conocida, si fue estudiante de arqueología en el mismo grupo que yo en la Universidad de Madrid!
Tantas veces hablé con él, intercambiábamos lecturas, materiales, era un muchacho muy tímido, pero seguro en lo que hacía. ¿Y él, parece que tampoco me reconoció?
O tal vez si, creí notarle algunas miraditas de complicidad cuando hablamos de ciertos temas…
Así me dormí, en contacto con Gaia, la tierra y con mis lejanos recuerdos.
Día 4
Apenas amaneció con el primer trinar de las aves me despierto y salgo lentamente de la cueva-árbol, la naturaleza se ve maravillosa, aves de todas las especies emprenden sus revoloteos, sonidos de pequeños mamíferos y roedores buscando alimentos, algunos siseos lejanos provenientes de culebras o serpientes que se arrastran procurando también su presa. Con cuidado voy efectuando el descenso, pero no puedo...
CONTINUARÁ...
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