Siete días en Heliópolis de Yaraví Roig - Parte 3

Siete días en Heliópolis de Yaraví Roig - Parte 3

Siete días en Heliópolis de Yaraví Roig - Parte 3

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Con cuidado voy efectuando el descenso (del cerro), pero no puedo contener mi afán de investigar por lo que no hago el mismo camino por el que subí, me dejo orientar por el sol y hacia él debo ir en este momento para encontrar la costa de tierra firme.


Veo muchas cuevas en las rocas, parecen pasadizos usados tal vez por los indios que en tiempos antiguos habitaban esa zona, introducirme en ellas es una tentación irrefrenable. Y así lo hago, encuentro helechos creciendo en las grietas de las paredes, pequeños surcos de agua que emana de ellos, mucha humedad y cierto olor a animales muertos ¿Irían a beber de esa agua manantial, buscando la protección de la cueva antes de morir? Algunas de ellas tiene una longitud de más de cien metros, veo ciertos símbolos grabados en las paredes… ¿Escrituras rupestres? Casi no puedo ver pues no llevo linterna, pero al tacto  no me lo parecen, son muy posteriores, están hechos con instrumentos modernos.


No lo puedo creer, es cierto que hay pumas en estos islotes, esta osamenta es de uno de ellos, dice Irina al salir a la luz de sol examinando unos huesos hallados.


Estos descubrimientos me incitan y quiero saber cada vez más, estoy frente a un tesoro arqueológico, es necesario venir con herramientas adecuadas y quien sabe lo que se pueda descubrir aquí. Con ese pensamiento me introduzco en todas las cuevas que encontré a mi paso, hasta que hallé una con su boca en orientación totalmente opuesta a las demás, mientras las otras estaban mirando hacia noreste, o sea hacia la ciudad, esta otra estaba orientada hacia el sur-oeste, de modo que la penumbra era, mayor a esa hora de la mañana, decidí entonces esperar a que el sol se colocara de este lado, comienzo a sentir esa vieja y dolorosa sensación de hambre, pero no me importa, estoy inmersa en el vértigo del descubrimiento.


El sol hace su transcurso en el cenit y ahora sí llega la tarde, alumbrando la entrada casi cubierta de helechos y enredaderas de todo tipo, insectos, buscando las gotitas de agua que aun no se han secado y hasta abejas libando esas desconocidas para mi, flores silvestres. Camino con seguridad hasta donde llegan los rayos del sol, y en un recodo de la caverna de pronto empieza la mayor oscuridad, tropiezo con algo… una piedra, afortunadamente no me hago daño, pero al palparla me doy cuenta que tiene una forma determinada, es un cuenco, o un vaso muy grande y que hay algo tallado en sus paredes. Trato de arrastrarla como me sea posible hacia la luz que cada vez se aleja más, no la siento muy pesada, no parece que fuera de piedra, el tacto me dice más bien que fuera de otro material. La luz cada vez mas tenue por fin alumbra la escena, es increíble! Veo con asombro, que efectivamente es un ánfora, como los que se usan en la decoración de los jardines, pero tiene tallada a la perfección la cabeza de un hombre  barbado, con el pelo largo y cuernos. Es el Bafomet, la cabeza barbada de los antiguos templarios. Esto sí es increíble. ¿Qué hace aquí este poderoso símbolo por el que fueron exterminados los poderosos monjes, guerreros y magos de la edad media? Los más ricos banqueros que financiaron las Cruzadas y las guerras entre los reinos de Europa que fueran quemados por las hogueras de la inquisición. Precisamente porque los acusaron de adorar al demonio representado en la cabeza del Bafomet. Pero no está tallada en piedra, es en material de concreto, tiene una armazón de hierro, seguramente ha sido fabricado en  moldes y debe haber muchos iguales ¡Cómo quisiera haber traído mi cámara fotográfica!


Debo dejar todo allí, está prohibido acercarse a las islas y mucho más extraer muestras de lo que hay allí, ahora comprendo lo irrestricto de la prohibición.


El regreso a tierra firme no me lleva más de media hora, y como la costa está despejada en ese momento del anochecer no se me dificultó en nada encontrar la ropa seca para cambiarme, que había dejado detrás de unos arbustos. Tampoco al llegar al hotel pareció que nadie se hubiera percatado de mi ausencia de 24 horas. Tal vez algo sospecharan al notar la suculenta cena que pedí a mi habitación. Irina


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Día 5


Te cuento, amiga, que esta mañana me levanté más descansada y radiante que nunca a pesar del día que pasé en la  Isla de Pan de Azúcar, luego de desayunar visitaré las bibliotecas y continuaré buscando información sobre el pueblo en Internet.


Aunque no creas los libros de historias me aportan muy poca información, hablan del pueblo antiguo, pero ni siquiera lo ubican geográficamente, abundando en imprecisiones y contradicciones. No encuentro ninguna claridad en mi búsqueda, para colmo con la información de Internet no se puede contar porque está sacada de esos libros. No debemos olvidar que sucedió lo que a todo el mundo hace ochenta y tantos años atrás cuando colapsaron las telecomunicaciones y los satélites fueron destruidos, debido a la fuerza de las explosiones solares, que a su vez causaron grandes cataclismos en el planeta. Luego que se normalizó todo y se colocaron nuevos satélites , restableciéndose  las telecomunicaciones- mucho más potentes aún que antes-, grandísima cantidad de información se perdió.


Es la única hipótesis que tengo sobre la falta de datos sobre este pueblo tan particular y enigmático.


Ya no intento hablar con nadie, no he vuelto a ver a Carlos y los turistas son totalmente ajenos a lo que el entorno posee, como no sea relax y bienestar.


Pasado mañana ya terminan mis vacaciones y no quiero irme sin develar la intriga de este Balneario. Irina


Día 6


Hoy vino Carlos a buscarme en su camioneta azul de excursiones, luego que yo había llegado de un baño en la playa.


-Vamos a dar una vuelta, me dijo, hay muchas cosas de las que tenemos que hablar.

 

CONTINUARÁ...

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